Thursday, October 15, 2009

Fragmento 2103235346340640634

Aquellos ascensores eran cada vez más lentos, pero aun funcionaban y además tenían su nueva función de actuar de descompresores. En ese momento, con el constante zumbido de la maquina, tienes mucho que pensar, como el echo de salir a la superficie,
como llegamos a esta situación evitable, pero que no estaba del todo en nuestras manos, o el porque no huimos a tiempo , con los demás. Pero, después de todo fue nuestra elección, nuestra consecuencia.
Aun todos los riesgos, como perder la vida devorados por las aves mutantes, todos queremos volver a subir, por ver de nuevo el sol, por respirar directamente el aire, y reavivar el recuerdo de cómo era no estar bajo el agua.

Fragmento 28273658034756

Aquellos pitidos continuos eran hipnóticos, estaba sumida en la nada, en un tiempo sin tiempo. Miré mis manos, sin parar de moverse, al ritmo que marcaban esos productos sobre el láser de la caja. ¿Eran mis brazos o parte de la misma máquina?
Levanté la vista, sonriendo a la anciana que me tendía una tarjeta de plástico.
- Son 50 con 89cents. , firme ahí …
Mi voz ya pertenecía a la máquina, y mi sonrisa también. Los objetos eran simples números encerrados en sus barras, la anciana era otro numero, un movimiento matemático que formaba parte de un sistema.
Termino el turno, a la hora exacta, con un momento vacío de pensamiento, con la ilusión de desconectar el enchufe que ata mi cuerpo y mi tiempo. Ya no estroy en la máquina registradora, de cifras, de datos, de personas, del autoconsumo, pero no se si recordare quien era.
Ando por la hacer, iluminada por una cegadora luz, arrebatando la noche de nuestras vidas, multiplicando las sombras hasta el punto de desorientarme, sin saber cual era mi sombra. Tal vez huyó hace tiempo hacia otro cuerpo, o incluso a otra dimensión un poco menos absurda, donde no seamos ni números, ni estadísticas y no estemos cegados ni dirigidos por el dinero.
En la puerta de entrada a mi edificio, junto al clasificador numérico de vidas sin elección, hay un papel pegado con un dibujo, sin duda un acto terrorista, miro a ambos lados de la calle, arranco el papel , lo arrugo rápidamente y lo escondo en mi bolsillo, lejos de cámaras y ojos rabiosos. Cuando llego a mi habitáculo de descanso, no puedo
esperar ni un instante a ver ese dibujo, que sin duda iba a ser lo mas importante de esa jornada. Al estirar el papel amarillento, veo unos círculos y arcos , pero se mueven cíclicamente, arrastrándome a un sueño extraño y dejándome flotando en la sensación de que mañana será un día diferente.

Fragmento 078607853

Vaya! Otra vez se me escapa el tren, y de nada sirve golpear la puerta. Del otro lado un chico con la mirada perdida sonríe con una extraña mueca, y el tren no escucha mis golpes, ni se compadece, se aleja veloz.
Me dejo caer al suelo, que es tan blando como los horarios del tren, ese que espero y nunca llega. Resoplo con fuerza y comienza a condensarse una pequeña nube de vaho alrededor de mi cabeza, lo cual me permite ver con más claridad mis sueños.
Se acerca un hombre, me pregunta por un destino que nunca había oído mencionar,
Yo me limito a encogerme de hombros y señalar el tablón donde solía estar un mapa,
pero ahora esta en blanco! El hombre se aleja refunfuñando y desaparece entre la niebla.
Entorno los ojos, y consigo distinguir en el otro lado de la vía, gente que también espera, como si fuesen personas paralelas, opuestas, o simplemente que vuelven y van en el otro sentido, o a otro tiempo. Pasan trenes entre nosotros, y esas personas desaparecen, en el mismo lugar hay otras versiones de los anteriores, con una pequeña diferencia de tiempo y existencia, guardando sus pequeñas historias bajo esos rostros impasibles, encerrando sus preocupaciones dentro sus auriculares.
Otra frecuencia de gente baja del tren, corriendo despavoridos, huyendo de la serpiente del tiempo, intentando alcanzar la vida que vieron en ese anuncio ridículo.
¿Cuál era mi tren? ¿Dónde tenia que ir? Podría ser ese anciano dormido en el banco, o la chica que golpea rítmicamente la rueda de su bici, o ese otro chico que llega corriendo que se le cierran las puertas y no alcanza el tren que ahora me lleva, yo sonrío con una extraña mueca que he visto antes.
Podría ser, pero sigo en la estación, sin importarme demasiado el modelo de vida a seguir, ni donde tenia que estar. Me levanto de un salto, miro mi reloj, el que no funciona desde hace meses. Ya llegaba muy tarde a mi vida. Me alejo de la estación, mirando de reojo, como una persona simétrica, en el otro lado de la vía, se ha levantado y se aleja en el sentido opuesto.